Vida y obra de Atahualpa Yupanqui, una de las mejores figuras folclóricas de Latinoamérica

Nacido el 31 de enero de 1908 en Pergamino, provincia de Buenos Aires, Argentina, Yupanqui creció en un entorno rural que marcó profundamente su sensibilidad artística. Su padre, de origen quechua, y su madre, de ascendencia vasca, le transmitieron un amor por la diversidad cultural y las historias de los pueblos originarios. Desde joven, mostró interés por la guitarra, aprendiendo los ritmos tradicionales de la pampa y el noroeste argentino. Esta conexión con la tierra y sus gentes sería el núcleo de su obra.

A los 19 años, Yupanqui emprendió un viaje por el interior de Argentina, Uruguay y Bolivia, donde conoció de primera mano las luchas de los campesinos, los mineros y los indígenas. Estas experiencias moldearon su visión del mundo y su compromiso con la justicia social, temas recurrentes en su música y poesía.

Su carrera artística

Yupanqui comenzó a destacar en la década de 1930 como intérprete y compositor, fusionando ritmos folklóricos como la vidala, la zamba y el milagro con letras que reflejaban la vida cotidiana y las injusticias sociales. Su estilo, sobrio pero cargado de emoción, contrastaba con la música comercial de la época. Canciones como “El arriero”, “Luna tucumana” y “Los ejes de mi carreta” se convirtieron en himnos de la música latinoamericana, destacando por su lirismo y su capacidad de capturar la esencia de la vida rural.

En los años 40 y 50, su compromiso político lo llevó a afiliarse al Partido Comunista, lo que le valió persecución y exilio durante la dictadura de Juan Domingo Perón. Vivió en Uruguay y luego en Francia, donde conoció a la cantante Edith Piaf, quien lo invitó a actuar en París. Este período en Europa amplió su audiencia, consolidándolo como un embajador de la cultura latinoamericana.

Además de su música, Yupanqui fue un prolífico escritor. Publicó poemarios como Piedra sola (1941) y libros de reflexiones como El canto del viento (1965), donde exploró la relación entre el hombre, la naturaleza y la memoria colectiva. Su prosa, al igual que sus canciones, es sencilla pero profunda, cargada de imágenes que evocan los paisajes andinos y las luchas de los humildes.

El legado y reconocimiento de Yupanqui 

Atahualpa Yupanqui regresó a Argentina en la década de 1980, donde fue recibido como un ícono cultural. Su obra, que abarca más de 300 composiciones y numerosos escritos, no solo preservó las tradiciones folklóricas, sino que también inspiró a generaciones de artistas, desde Mercedes Sosa hasta Víctor Jara. En 1986, recibió el Premio Konex de Brillante como el mayor exponente de la música popular argentina.

Yupanqui falleció el 23 de mayo de 1992 en Nimes, Francia, pero su legado perdura. Su música sigue siendo un puente entre el pasado y el presente, un recordatorio de la riqueza cultural de América Latina y de la necesidad de escuchar las voces de los olvidados. Como él mismo escribió: “El canto no se vende, se defiende”. 

Atahualpa Yupanqui no fue solo un músico o un poeta; fue un cronista de su tiempo, un defensor de los desposeídos y un guardián de las raíces latinoamericanas. Su vida y obra son un testimonio de la fuerza de la simplicidad y la autenticidad, y su música continúa siendo un faro para quienes buscan entender la historia y el alma de América Latina. En cada acorde y cada verso, Yupanqui nos invita a mirar la tierra, escuchar el viento y honrar la memoria de los que vinieron antes.