Segundo ciclo: Los grandes del folclore sudamericano
Comenzamos este 2025 con un nuevo ciclo dedicado a repasar, cada viernes, los géneros y artistas más influyentes de la música folclórica sudamericana. En esta primera entrega, honramos a una leyenda uruguaya: Alfredo Zitarrosa, el cantautor cuya voz grave y poesía musical lo convirtieron en un símbolo de identidad rioplatense.

Alfredo Zitarrosa: la voz que encarnó el alma uruguaya
Alfredo Zitarrosa (1936–1989) fue mucho más que un cantante; fue un poeta, un narrador y la voz más profunda y emotiva del folclore uruguayo. Con su estilo inconfundible, acompañado por su guitarra y su registro grave, Zitarrosa se convirtió en un ícono de la música popular no solo en Uruguay, sino en toda América Latina.
Nacido el 10 de marzo de 1936 en Montevideo, Zitarrosa creció en una familia humilde. Su madre, Carmen Rosa Iribarne, lo crió sola, y su infancia estuvo marcada por dificultades económicas. Sin embargo, desde pequeño mostró una gran sensibilidad artística, interesándose tanto por la música como por la literatura.
Antes de dedicarse al canto, trabajó como periodista y locutor radial, oficios que perfeccionaron su talento narrativo. Pero su destino estaba en la música, y en los años 60, decidió entregarse por completo al arte que lo inmortalizaría.
El nacimiento de una leyenda del Folclore
Zitarrosa emergió en la escena musical uruguaya en pleno auge del canto popular, un movimiento que mezclaba tradición folclórica con letras de profundo contenido social. Aunque no era un guitarrista virtuoso, su manera de acompañarse con el instrumento era única, creando una atmósfera íntima y emotiva.
Su primer disco, Canta Zitarrosa (1966), incluyó temas que se convertirían en clásicos, como "Adagio a mi país" (un himno de amor y dolor por Uruguay) y "Milonga de pelo largo". Su voz grave y su estilo melancólico lo diferenciaron de otros artistas, convirtiéndolo en un referente indiscutible.
Exilio y regreso: la lucha contra la dictadura
En 1976, tras el golpe de Estado en Uruguay, Zitarrosa se exilió en Argentina, México y España debido a la persecución de la dictadura cívico-militar. A pesar de la distancia, siguió componiendo y grabando, convirtiéndose en un símbolo de resistencia cultural.
Su regreso a Uruguay en 1984 fue un acontecimiento histórico. Miles de personas lo recibieron en el Aeropuerto de Carrasco, y su primer recital en el Estadio Centenario reunió a más de 20.000 espectadores, confirmando su lugar como ícono del pueblo.
Sus obras inmortales
Entre sus canciones más emblemáticas destacan:
- "Adagio a mi país" – Un himno de amor a Uruguay.
- "Milonga para una niña"– Una joya poética de su repertorio.
- "Doña Soledad" – Un retrato social conmovedor.
- "El violín de Becho" – Homenaje al músico Becho Gatti.
- "Candombe del olvido" – Fusión de milonga y candombe.
Su música abarcó milongas, zambas, cifras y estilos, siempre con letras profundas y una voz que transmitía nostalgia y pasión.
Alfredo Zitarrosa falleció el 17 de enero de 1989, dejando un vacío en la música latinoamericana. Sin embargo, su obra sigue vigente, inspirando a nuevas generaciones. Su voz grave, su poesía y su compromiso con los más humildes lo convierten en uno de los artistas más importantes de la historia del folclore sudamericano.
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