El significado de la Semana Santa, la Pascua y la abstención de carne en Viernes Santo según la Biblia
La Semana Santa y la Pascua son el corazón de la fe cristiana, un tiempo dedicado a conmemorar los eventos fundamentales del Evangelio: el amor, muerte y resurrección de Jesucristo. Estas celebraciones, sin embargo, a veces se ven empañadas por tradiciones y malentendidos que desvían su significado bíblico. Uno de los más extendidos es la creencia de que no se puede comer carne el Viernes Santo, una práctica sin fundamento en las Escrituras. Este artículo explora el significado teológico de la Semana Santa y la Pascua desde una perspectiva estrictamente bíblica, y desmiente ese mito del Viernes Santo.

Semana Santa
La Semana Santa abarca los eventos que culminan en la muerte y resurrección de Jesús, comenzando con su entrada en Jerusalén y terminando con la resurrección. La entrada de Jesús, conocida como Domingo de Ramos, es descrita en Mateo 21:1-11, donde las multitudes lo aclaman como rey. Este momento cumple la profecía de Zacarías 9:9: “Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”. La llegada de Jesús montado en un asno revela su humildad y su misión de establecer un reino espiritual, no terrenal, preparando el camino para su sacrificio redentor.
El Jueves Santo marca la Última Cena, cuando Jesús instituyó la Santa Cena. En 1 Corintios 11:23-25, Pablo relata: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”. La Santa Cena es un acto conmemorativo y simbólico, donde el pan y el vino (o jugo de uva en algunas iglesias) representan el cuerpo quebrantado y la sangre derramada de Cristo. No es un ritual con “poder propio” de estos alimentos , sino un momento de reflexión y gratitud por el sacrificio que selló el nuevo pacto de salvación.
El Viernes Santo es el día de la crucifixión, el evento central del cristianismo. En 1 Pedro 3:18 se declara: “Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”. Este versículo muestra que Jesús, sin pecado, tomó el lugar de la humanidad culpable, ofreciendo su vida para reconciliarnos con Dios. La cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria sobre el pecado, la muerte y el Diablo, reflejando el amor divino y cumpliendo el plan redentor de Dios.
Orígenes de la Pascua: Su raíz en el Antiguo Testamento
El término "Pascua" tiene su origen en la palabra hebrea Pesaj, que significa "pasar por alto" o "pasar de largo". En el Antiguo Testamento, la Pascua se refiere a la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto, narrada en Éxodo 12. Dios instruyó a los israelitas a sacrificar un cordero sin defecto y marcar los marcos de sus puertas con su sangre, para que el ángel de la muerte "pasara de largo" sus hogares al castigar a Egipto con la décima plaga (Éxodo 12:5-7, 12-13): “Tomaréis un cordero sin defecto, varón de un año… y toda la congregación de Israel lo sacrificará al atardecer. Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas… Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad”.
Este evento estableció la Pascua como una fiesta anual para recordar la liberación divina (Éxodo 12:14): “Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones”. El cordero pascual, sacrificado y consumido, simbolizaba la protección y la redención de Dios, prefigurando el sacrificio definitivo de Cristo en el Nuevo Testamento.
La Pascua, celebrada como el Domingo de Resurrección, es el fundamento de la esperanza cristiana. En 1 Corintios 15:17, Pablo advierte: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. La resurrección no es una metáfora, sino un hecho histórico que confirma la divinidad de Jesús y su poder sobre la muerte. Este evento asegura la vida eterna para los creyentes. Romanos 6:4 explica: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. La resurrección llama a los cristianos a vivir transformados, reflejando la vida nueva que Cristo ofrece.
La Pascua no debe reducirse a tradiciones culturales. Es un encuentro con el Cristo resucitado, cuya victoria cambia el destino de la humanidad y renueva la fe de los creyentes.
La mentira del Viernes Santo: La prohibición de comer carne
En algunas culturas cristianas, se enseña que comer carne el Viernes Santo es una ofensa a Dios, debido a la asociación de la carne con la sangre y el sacrificio de Jesús en la cruz. Esta creencia, promovida principalmente por la Iglesia Católica, carece de fundamento bíblico y debe ser examinada a la luz de las Escrituras. A continuación, se explica cómo surgió esta práctica y por qué se considera una tradición humana.
Origen de la prohibición en la Iglesia Católica
La tradición de abstenerse de carne en Viernes Santo tiene sus raíces en la Iglesia Católica, particularmente en las prácticas penitenciales desarrolladas durante los primeros siglos del cristianismo. El Viernes Santo, que conmemora la crucifixión y muerte de Jesús, es un día de penitencia y reflexión. La Iglesia Católica estableció normas para fomentar la disciplina espiritual, incluyendo el ayuno y la abstinencia. La prohibición de comer carne, especialmente de animales de sangre caliente, se consolidó por varias razones:
Simbolismo de la sangre: En la tradición cristiana, la carne de animales terrestres (como vacas, cerdos o aves) se asocia con la sangre, que simboliza la vida (Levítico 17:11). Dado que Jesús derramó su sangre en la cruz, abstenerse de carne se vio como una forma de honrar su sacrificio y practicar la penitencia. Esta idea, aunque no explícita en el Nuevo Testamento, fue adoptada por la Iglesia como un acto simbólico.
Influencia de prácticas judías y paganas: En los primeros siglos, el cristianismo se desarrolló en un contexto influenciado por las leyes alimenticias judías y las prácticas ascéticas de algunas religiones paganas. La abstinencia de ciertos alimentos, como la carne, era común en actos de purificación o penitencia. La Iglesia adaptó estas prácticas para diferenciar a los cristianos de otras religiones, pero también para fomentar la disciplina espiritual.
Normas eclesiásticas: Durante la Edad Media, la Iglesia Católica formalizó la abstinencia de carne en días específicos, como los viernes (en memoria de la crucifixión) y durante la Cuaresma. El pescado, considerado un alimento de "sangre fría", se permitió como alternativa, lo que dio lugar a tradiciones como comer pescado en Viernes Santo. Estas reglas se codificaron en documentos como el Código de Derecho Canónico (CIC 1251), que aún recomienda la abstinencia de carne en Viernes Santo para los católicos.
Control social y económico: Algunos historiadores sugieren que la promoción del pescado en lugar de carne también tuvo motivaciones económicas. En la Europa medieval, la industria pesquera, especialmente en regiones costeras, se beneficiaba de estas reglas eclesiásticas. La Iglesia, al institucionalizar la abstinencia de carne, pudo haber influido en patrones de consumo que apoyaban ciertas economías locales.
Esta práctica, aunque profundamente arraigada en la tradición católica, no tiene un fundamento directo en las Escrituras y se desarrolló como una norma humana dentro de la Iglesia.
La carne y las Escrituras
El Nuevo Testamento no impone restricciones alimenticias para conmemorar la muerte de Cristo. En Marcos 7:19, Jesús enseña: “Porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina (esto decía, haciendo limpios todos los alimentos)”. Jesús declara que todos los alimentos son limpios, eliminando las restricciones del Antiguo Testamento. La idea de que la carne, por contener sangre, es inapropiada en Viernes Santo no encuentra respaldo en este pasaje. Lo que contamina al hombre no es lo que come, sino lo que sale de su corazón (pecado, maldad). Asimismo, en Colosenses 2:16-17, Pablo refuerza: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”. Pablo advierte contra quienes imponen reglas humanas sobre alimentos o días especiales, señalando que estas prácticas son secundarias frente a la realidad de Cristo.
El simbolismo de la carne y la penitencia
La tradición católica de abstenerse de carne en Viernes Santo surge de la idea de que la sangre de la carne simboliza la vida y el sacrificio de Jesús. Sin embargo, esta interpretación no está fundamentada en la Biblia, sino en costumbres eclesiásticas posteriores. La práctica de sustituir carne por pescado, por ejemplo, no tiene base bíblica y contradice el principio de libertad en Cristo. El ayuno bíblico, cuando se practica, implica abstenerse completamente de comida por un tiempo, no reemplazar un alimento por otro. En Mateo 6:16-18, Jesús instruye: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. El ayuno debe ser un acto privado y sincero, no una exhibición pública. Evitar carne, pero consumir otros alimentos, no se alinea con este principio y carece de valor espiritual según la Biblia.
Una religiosidad superficial
La prohibición de comer carne, promovida por la Iglesia Católica, fomenta una religiosidad superficial que desvía la atención del verdadero significado del Viernes Santo: la reflexión sobre el sacrificio de Cristo. Romanos 14:5-6 ofrece claridad: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios”. La fe cristiana se centra en la libertad en Cristo, no en reglas humanas sobre alimentos. La prohibición de comer carne, basada en su asociación con la sangre, es una tradición católica que no refleja el evangelio.
En conclusión, el Viernes Santo debe ser un día de reflexión espiritual, no de adherencia a reglas alimenticias sin base bíblica. La práctica de abstenerse de carne, originada en la Iglesia Católica por motivos simbólicos, históricos y económicos, es una tradición humana que no tiene sustento en las Escrituras. La verdadera penitencia está en el corazón, no en el plato.
¿Y entonces que pasa con la Semana Santa y la Pascua?
La Semana Santa y la Pascua celebran el sacrificio de Jesucristo, quien murió por los pecados de la humanidad, y su resurrección, que asegura la vida eterna. La Santa Cena, como memorial de su sacrificio, invita a los creyentes a reflexionar en su obra redentora con gratitud y reverencia. Estas conmemoraciones no deben ser opacadas por tradiciones sin base bíblica, como la prohibición de comer carne el Viernes Santo.
Que este tiempo sea una oportunidad para volver a las Escrituras, dejando atrás prácticas que distraigan del Evangelio. La cruz y la resurrección no son meros símbolos, sino realidades que transforman vidas y dan sentido a la fe cristiana.
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