Elecciones 2024: la economía y el próximo gobierno
Conocer sus fundamentos básicos evita la frustración y los problemas sociales en el corto y mediano plazo.
En pocos meses los uruguayos definirán qué gobierno tomará las riendas de los poderes del Estado. La economía es un asunto central en la discusión político-electoral y eso es bueno: si bien no todo pasa por cuestiones económicas, desconocer sus fundamentos básicos es un camino seguro a la frustración y los problemas sociales, como lo hemos visto del otro lado del río.
Antes de analizar la propia marcha de la actividad, cabe destacar lo sucedido la semana pasada. Uruguay volvió a emitir deuda exitosamente en los mercados financieros globales. El Estado uruguayo tiene una deuda importante (U$S 53.200 millones, bruta) y su buena gestión es clave para ahorrar recursos y dar estabilidad, tarea de la Unidad de Deuda del MEF, que viene haciendo un muy buen trabajo. Su gestión tiene el objetivo, además, de alargar plazos y reducir el endeudamiento en moneda extranjera. Por eso se emitió un nuevo Bono en pesos indexados a 2045 y se extendió el bono en pesos corrientes 2033, a una tasa inferior a la emisión inicial (9,15 vs 9,75%), positivo reflejo del descenso de la inflación. Mantener el grado inversor del país y una buena gestión financiera es clave para el resto de las decisiones de política económica.
El otro indicador clave y que está resultando menos alentador es el déficit fiscal, que subió a 4% del PIB en la última medición. Es cierto que el impacto de la crisis argentina en la recaudación el año pasado fue fuerte y puede esperarse una reversión este año; además, se espera un mayor crecimiento económico por la agricultura, UPM 2 y el propio cambio de los precios relativos con Argentina. Pero, aun así, la baja de la inflación y el aumento real en los salarios y jubilaciones en el Estado genera una inercia de gastos que es difícil de compensar rápidamente.
De manera que la situación fiscal seguramente seguirá condicionando los pasos del próximo gobierno, a pesar de que ningún partido ni candidato dice que hará un ajuste de las cuentas estatales. Una sombra adicional sobre este plano es el casi seguro plebiscito impulsado por el PIT-CNT, que propone una reforma de la seguridad social con una expansión del déficit insostenible. Por suerte, casi todo el espectro político (solo lo respaldan ciertos sectores del FA), está en contra.
El tercer asunto es el de la competitividad. El tipo de cambio real en Uruguay está entre 12 y 15% por debajo de su nivel de fundamentos, según las propias estimaciones del BCU. En los últimos meses se han corregido de manera importante las relaciones de precios con Argentina, pero con los países extra-región el deterioro sigue siendo significativo, con excepciones que confirman la regla.
La pérdida de competitividad-precio era un costo esperable de la política monetaria contractiva para combatir la inflación. Pero una cosa es un impacto en la actividad aceptable y manejable, y otra cosa es un impacto sensible en el empleo. Allí es donde emergen algunas dudas y preocupaciones. El mercado de trabajo muestra una auspiciosa expansión interanual de 40.000 puestos de trabajo, pero la tasa de desempleo subió al 9% en marzo. A su vez, se conocen varios casos de empresas que bajan la cortina, no solo la emblemática FNC en Minas. Cada caso puede tener una explicación particular, pero cuando se acumulan episodios, hay que pensar que hay problemas más de fondo y generales. La competitividad-precio (que, en el fondo, responde al precio relativo del salario y su productividad) es un problema.
Una economía puede sobrellevar las pérdidas de empleo en ciertos sectores si otros compensan. Hasta ahora, ha sucedido, con sectores como Tecnologías de la Información, ciertos agronegocios y otros, dinámicos. Pero el empleo como indicador responde tardíamente a los problemas de competitividad. El riesgo es reaccionar tarde.
Ante este escenario de fortalezas y debilidades, en la campaña electoral -en especial desde el oficialismo- se anuncian propuestas “de segunda generación”, en el supuesto de que ya se han garantizado los fundamentos económicos. En la oposición frenteamplista hay planteos parecidos; y de hecho el FA (cuando entró en su segundo y tercer gobierno) también planteaba avances ambiciosos, que luego resultaron difíciles de concretar.
Es que, a pesar de la buena voluntad y el optimismo, junto con cierto “activismo político”, a veces riesgoso, los fundamentos económicos hay que mantenerlos permanentemente y no se pueden dar por garantizados. Todo indica que el próximo gobierno comenzará con una competitividad afectada y una situación fiscal difícil. Temas que habrá que resolver antes de ir a objetivos más ambiciosos, si no se quiere retroceder.
Fuente: Ámbito Uy
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