Menos ovinos en Nueva Zelanda y un cambio estructural en la identidad productiva del país

Nueva Zelanda atraviesa una transformación histórica: el país que alguna vez fue sinónimo de ovejas enfrenta una caída sostenida en su majada, con profundas implicancias económicas, culturales y ambientales. Montevideo | Todo El Campo | El stock ovino de Australia y Nueva Zelanda ha caído, como ya sabemos que ha sucedido en Uruguay. Hace unos días Todo El Campo se ocupó del tema respecto a Australia (*), hoy es el turno de Nueva Zelanda que ha registrado un retroceso en el número de cabezas de más de 70 millones en los años 80 a unos 23–25 millones en 2025, lo que significa que hoy hay apenas 4,5 ovejas por cada habitante, frente a las 22 por persona que había en 1982. La reducción se debe a factores como la caída del valor de la lana, cambios en la rentabilidad de la carne, sequías y políticas ambientales que afectan la producción. Durante gran parte del siglo XX, Nueva Zelanda fue reconocida mundialmente por su inmensa población ovina. En 1982, se contabilizaban más de 70 millones de cabezas, equivalentes a unas 22 ovejas por cada habitante. Las postales de colinas verdes cubiertas de lana se convirtieron en símbolo nacional y en carta […]

Dic 27, 2025 - 03:38
Dic 27, 2025 - 03:41
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Menos ovinos en Nueva Zelanda y un cambio estructural en la identidad productiva del país

Nueva Zelanda atraviesa una transformación histórica: el país que alguna vez fue sinónimo de ovejas enfrenta una caída sostenida en su majada, con profundas implicancias económicas, culturales y ambientales.

Montevideo | Todo El Campo | El stock ovino de Australia y Nueva Zelanda ha caído, como ya sabemos que ha sucedido en Uruguay. Hace unos días Todo El Campo se ocupó del tema respecto a Australia (*), hoy es el turno de Nueva Zelanda que ha registrado un retroceso en el número de cabezas de más de 70 millones en los años 80 a unos 23–25 millones en 2025, lo que significa que hoy hay apenas 4,5 ovejas por cada habitante, frente a las 22 por persona que había en 1982. La reducción se debe a factores como la caída del valor de la lana, cambios en la rentabilidad de la carne, sequías y políticas ambientales que afectan la producción.

Durante gran parte del siglo XX, Nueva Zelanda fue reconocida mundialmente por su inmensa población ovina. En 1982, se contabilizaban más de 70 millones de cabezas, equivalentes a unas 22 ovejas por cada habitante. Las postales de colinas verdes cubiertas de lana se convirtieron en símbolo nacional y en carta de presentación turística. Sin embargo, esa imagen se desvanece: en 2024 el stock cayó a 23,6 millones de animales, frente a una población humana de 5,3 millones.

La proporción actual es de apenas 4,5 ovejas por persona, la más baja de la historia reciente. El descenso no es solo numérico: representa un cambio estructural en la identidad productiva del país.

FACTORES QUE EXPLICAN LA CAÍDA.

Como siempre ocurre, nunca hay una causa, sino múltiples que se van entremezclando y confundiendo entre sí, pero las grandes líneas que explican la disminución de ovinos son las siguientes.

 A) Cambio en la demanda internacional: el valor de la lana ha disminuido frente a fibras sintéticas y alternativas más baratas. B) Competencia de la industria láctea y cárnica vacuna: la producción de leche y carne vacuna ofrece mayores márgenes de rentabilidad, desplazando a la ovina. C) Impacto climático: sequías prolongadas han reducido la capacidad de pastoreo, afectando especialmente a las ovejas de cría. D) Políticas ambientales: el gobierno anunció tasas a las emisiones de metano provenientes de ovejas y vacas, lo que generó protestas entre ganaderos.

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES.

La industria lanera, que durante décadas sostuvo buena parte de las exportaciones, enfrenta un retroceso difícil de revertir. Los productores más pequeños, dependientes de la lana, se ven obligados a reconvertirse hacia otros rubros. Paralelamente, el sector cárnico ovino mantiene cierta estabilidad gracias a la exportación de cortes premium, aunque sin el dinamismo de antaño.

Pero no solo es un tema de análisis productivo, comercial o económico, es mucho más profundo con repercusiones en el plano social, donde la caída de la majada afecta la identidad rural.

Las ovejas no solo eran un recurso económico, sino también un símbolo cultural: desde el folclore hasta la publicidad turística, la imagen del rebaño definía a Nueva Zelanda. Hoy, esa narrativa se enfrenta a la modernización y diversificación productiva.

PERSPECTIVAS PARA NUEVA ZELANDA.

La reconversión productiva es inevitable, dicen los expertos, y cuando lo hacen apunta a la diversificación de mercados, como potenciar la carne ovina en nichos gourmet, (algo que también vale para Uruguay).

También en innovar en la lana, o sea buscar aplicaciones técnicas y sostenibles que revaloricen el producto, algo con lo que Uruguay también está trabajando afinando la majada nacional y acondicionando para sumar valor.

La adaptación al cambio climático es, sin duda, otro paso clave (del que Uruguay tampoco es ajeno), mejorar la gestión de pasturas. Algunos observadores hablan de la necesidad de trabajar en genética animal para enfrentar sequías.

Alcanzar el equilibrio entre la producción y medio ambiente, responder a las exigencias de reducción de emisiones sin perder competitividad (una de las materias en la que Uruguay se ha concentrado).

(*) No solo Uruguay cae en cabezas de ovinos: Australia ajusta su majada. | Todo El Campo

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