Uruguay: el país en que no existe la Navidad tiene cada vez menos religiosos
El sondeo del Latinobarómetro, publicado esta semana, muestra que, por primera vez, más de la mitad de los uruguayos admiten no tener religión alguna.
En Uruguay hace 105 años que no existe la Navidad. Ni el Día de Reyes o la Semana Santa. Al menos no existen en los papeles del Estado. Y más de un siglo después, aquella “rareza laica” queda reflejada en las creencias: por primera vez en la historia, más de la mitad de los uruguayos dice no tener religión alguna.
Esta semana se publicó la última edición del Latinobarómetro, uno de los sondeos de opinión pública más antiguos y consolidados en la región. Entre las curiosidades de los resultados, en 2024 se frenó en el continente el auge los evangélicos, siguió en picada el catolicismo y aumentó el porcentaje de latinos que dicen no tener religión.
Y Uruguay es un extremo de esas tendencias. El país lidera con comodidad el podio en la región -seguido más de lejos por Chile- con mayor porcentaje de pobladores sin religión.
Como contrapartida, Uruguay es el país de América Latina y el Caribe con menor porcentaje de católicos y de evangélicos (estos últimos en niveles similares a los observados en México).
Pero más allá de la foto comparativa con el resto de la región, la rareza uruguaya queda reflejada en la tendencia histórica. Menos de uno de cada diez uruguayos no tenía religión alguna hace solo tres décadas. Ahora esa población creció a más de la mitad de los habitantes. En el mismo período, el catolicismo se desplomó de más del 60% al 33%.
En el último Parlamento uruguayo, cuatro de cada diez legisladores habían admitido que no tenían religión. Entre los diputados y senadores actuantes —constató un relevamiento hecho por El Observador— había una sobrerrepresentación de católicos: 46% frente al 33% de la población en general.
La fe va por zonas
La aparición de un papa con acento rioplatense y que toma mate no frenó la caída del catolicismo que, al menos en la frontera con Brasil, pierde terreno ante otras corrientes del cristianismo. Allí, donde los rezos en español se entremezclan con el portugués, la quinta parte de los adultos se consideran protestantes (casi la mayoría de ellos evangélicos pentecostales).
En Montevideo y en la costa sureste, en cambio, los ateos, los agnósticos y los creyentes por fuera de las instituciones religiosas superan a la mitad de la población. Así lo demuestran los datos de la Encuesta de Generaciones y Género que había procesado El Observador y que, con más de 7.000 entrevistados, constituye el estudio más completo sobre religión en la última década.
El catolicismo, sin embargo, muestra su mayor resistencia en el centro sur: Flores, Florida y Lavalleja. En esa zona la iglesia tiene una organización fuerte y convive la tríada de San Cono, la virgen del Verdún y la virgen de Treinta y Tres.
En Montevideo y la costa sureste, donde los no religiosos son más, sucede un fenómeno típico de las grandes urbes y la modernidad: “cuanto más capital cultural, más selección del espacio de creencias”, había dicho el antropólogo Nicolás Guigou.
Parte de ese ateísmo y agnosticismo expandido en Uruguay se refleja en los valores que los adultos toman como prioridad para enseñarles a los niños. Según el reciente Latinobarómetro, Uruguay es el país de la región en que menos pesa la transmisión de fe religiosa. En cambio, es el país que más interés comparativo le da a la diversidad sexual, la independencia, y el respeto a los demás.
A escala regional, concluye el barómetro: “Los buenos modales sobresalen con un 78% de los ciudadanos de la región que considera que es lo más importante para enseñarle a un niño (en Uruguay es 80%). Un rasgo profundo de una sociedad tradicional, donde la imaginación solo alcanza el 14%, el sentido de justicia el 11% ambos mucho menos importante que la obediencia que alcanza 29%".
Y cierra: "Lo más impactante es quizá el que la tolerancia y respeto a los demás y el sentido de responsabilidad alcanzan 59% y 58% respectivamente, 19 puntos porcentuales menos que los buenos modales”.
Fuente: El Observador
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