Se estrenó Agua Invadida, el documental uruguayo que revela la pesca ilegal en nuestro océano

El documental uruguayo Agua Invadida, dirigido por la Exploradora de National Geographic Carolina Sosa, se ha convertido en un instrumento crucial para visibilizar y combatir la pesca ilegal en aguas nacionales. Declarado de interés por el Ministerio de Educación y Cultura, el filme trasciende su valor cinematográfico para erigirse como una denuncia social urgente. Con rigor […]

Ago 2, 2025 - 15:42

El documental uruguayo Agua Invadida, dirigido por la Exploradora de National Geographic Carolina Sosa, se ha convertido en un instrumento crucial para visibilizar y combatir la pesca ilegal en aguas nacionales. Declarado de interés por el Ministerio de Educación y Cultura, el filme trasciende su valor cinematográfico para erigirse como una denuncia social urgente.

Con rigor documental y sensibilidad, la obra expone las devastadoras consecuencias de esta práctica: el deterioro irreversible de la biodiversidad marina, el perjuicio a la economía costera local y la amenaza a la soberanía alimentaria del país. Su impacto radica en articular testimonios clave –desde la Armada Nacional y la DINARA hasta científicos, pescadores artesanales y ONGs– revelando un problema sistémico que demanda acción inmediata.

Agua Invadida no solo genera conciencia; impulsa cambios concretos. Evidencia la insuficiencia del marco legal vigente, donde la pesca ilegal es considerada una mera falta administrativa con multas simbólicas, pese a sus efectos ambientales catastróficos. La película respalda explícitamente la modificación de la ley para tipificarla como delito y aboga por fortalecer los recursos de las instituciones encargadas de su control.

El compromiso activo del equipo –encabezado por Sosa, el Dr. Andrés Milessi y el Lic. Agustín Loureiro– se materializó en presentaciones ante el Parlamento con datos contundentes de Mar Azul Uruguayo. Estas gestiones, parte del propio documental, demuestran cómo el cine se transforma en herramienta de incidencia política, canalizando la presión ciudadana hacia transformaciones legislativas.

Con el respaldo de National Geographic Society, Mar Azul Uruguayo y Blue Marine Foundation, Agua Invadida marca un punto de inflexión. Su gira nacional –que incluye funciones en Sala B del Sodre (7 y 9 de agosto) y recorrido por el interior con talleres y charlas– amplificará este llamado colectivo: detener la depredación del océano es un imperativo ético, ecológico y de soberanía nacional.

Podés comprar entradas y seguir la gira del documental en su página web oficial //www.aguainvadida.com/.

La película se proyecta en:

Sala B del Sodre (Auditorio Nelly Goitiño) el sábado 2 y el domingo 10 de agosto a las 21 horas (comprá entradas acá, a un costo de $350).
Cultura Alfabeta (Life Cinemas, Miguel Barreiro 3231), el jueves 7 de agosto y sábado 9 de agosto (comprá entradas acá a un precio de $ 510).

La pesca ilegal, casi tan rentable como el contrabando de drogas y armas

La pesca ilegal, no declarada y no reglamentada —conocida como IUU por sus siglas en inglés (Illegal, Unreported, and Unregulated)— se ha convertido en una de las actividades criminales más lucrativas a nivel global. De hecho, ocupa el tercer lugar entre los negocios ilegales más rentables del mundo, solo superada por el tráfico de drogas y el comercio ilegal de armas. Su impacto no solo se mide en pérdidas económicas, sino también en el daño ambiental y social que provoca en comunidades costeras y ecosistemas marinos.

Cada año, millones de toneladas de peces son arrancadas de los océanos como en una cacería furtiva sin testigos. En algunas zonas del planeta, esta rapiña representa hasta un tercio del pescado total que se extrae. Las pérdidas económicas directas alcanzan cifras astronómicas: entre 20 mil millones y 40 mil millones de dólares anuales. Un negocio paralelo cuyo volumen equivale al tamaño de economías enteras.

A este saqueo hay que sumar lo que los Estados dejan de ingresar por impuestos, licencias y aranceles… sin contar el colapso que genera en las cadenas alimentarias de países vulnerables o el comercio legal de pesca.

Lo más oscuro es que esta telaraña no opera sola. Sus hilos se enredan con otros crímenes transnacionales: tráfico de personas, narcosubmarinos, corrupción en aduanas, blanqueo de capitales. Barcos fantasma navegan bajo “banderas de conveniencia”, merodean aguas sin vigilancia o invaden territorios marítimos ajenos como corsarios modernos.

Las consecuencias sangran por todas partes: bancos de peces esquilmados, hábitats destrozados, pescadores honrados arruinados, una pérdida de biodiversidad que quizás sea irreversible.

Para el sector pesquero legal, la situación es un puñal en la espalda. Quienes cumplen normas enfrentan una competencia salvaje de buques piratas que ignoran vedas, tallas mínimas y cuotas. El mercado se envenena, desincentivando cualquier intento serio de pesca sostenible. Para colmo, ese pescado manchado de ilegalidad termina en los mismos mercados que el producto legal, camuflado entre partidas limpias, haciendo imposible seguirle el rastro.